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Vecinos peligrosos para la Cultura

Hola de nuevo bloggeros,

navegando por la web hemos encontrado una noticia muy interesante publicada por las Provincias, bajo un título muy esclarecedor: Vecinos peligrosos para la Cultura.

Este artículo se une al cada día más acrecentado interés de asociaciones y particulares valencianos por la mala urbanización de los entornos culturales que está empeorando, no solo la imagen de museos, monumentos, etc. a los turistas, sino que está afectando a la propia integridad de los mismos.

A estos vecinos peligrosos se les une el peor de todos: la desidia y la falta de interés de las autoridades públicas que son completamente incapaces e ineficaces en cumplir y hacer cumplir las leyes que ellos mismos crean y ratifican (véase la ley de Patrimonio Cultural Valenciano de 1998, modificada en 2004 y 2007, o la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985).

Desde este blog no nos cansaremos nunca de denunciar y haceros llegar todas las agresiones que sufre nuestro patrimonio, animándoos a que vosotros también lo denuncieis ante las autoridades competentes en la materia.

Recordad que el silencio y el olvido también son también vecinos peligrosos para nuestro patrimonio.

Un saludo...
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Aunque se ha repetido mil veces que lo único que no se pega es la hermosura, encontrar tantos ejemplos de bellos espacios culturales que constatan el refrán no deja de sorprender. Frente al encanto de un libro, de una ópera, de una escultura, de un cuadro del siglo XVI, del siglo XIX o pintado hace cuatro días, se instalan escenas ruinosas, de abandono y chabolismo. El tiempo pasa sin que nadie tome cartas en estos claros ejemplos de mala vecindad, del contraste entre la alta cultura y situaciones urbanísticas y sociales miserables.

La incuestionable inversión realizada en contenidos y continentes culturales en la Comunitat durante los últimos 20 años no ha ido siempre acompañada con el acondicionamiento de los entornos, con el fin de situarlos a la altura de las nuevas circunstancias.

Emblemas de la actividad y el desarrollo cultural en la Comunitat como son la Ciudad de las Artes y las Ciencias (CAC), la Biblioteca Valenciana del Monasterio de San Miguel de los Reyes, el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), el Museo de Bellas Artes de Valencia San Pío V o el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM) conviven desde hace años con entornos poco cuidados, de esos que convierten en una experiencia accidentada acudir andando a tan excelsos templos de la sabiduría, el arte, la literatura o la música.

Los peligros de los vecindarios de los emblemas culturales valencianos obligan a correr el riesgo de salir de contemplar los tres únicos ejemplares del Tirant lo Blanch, de escuchar un aria de Verdi, de empaparse de la espiritualidad de las obras renacentistas de Nicolás Borrás o de confrontar las divertidas tendencias recogidas por una exposición de arte contemporáneo y, antes de subirse al coche o de coger el transporte público, tener que rechazar ofertas realizadas por jóvenes prostitutas del Este o del África subsahariana, sortear cascotes de edificios en ruinas, basuras de jardines inconclusos o pucheros cocinados en plena calle por familias residentes en chabolas pegadas a edificios monumentales.

La degradación de las calles y espacios que cercan las instalaciones culturales valencianas supone un desagradable contraste tanto para los vecinos como para los turistas. La persistencia de los problemas permite concluir que no basta con instalar un espacio cultural de importancia para que una zona se desarrolle. Esa incapacidad de la cultura para arrastrar a sus entornos urbanos llega en ocasiones extremas a que los entornos degradados supongan un peligro para las propias instalaciones culturales.

Fogatas y solares

El templo bibliográfico de la Comunitat, la sede de la Biblioteca Valenciana, convive pared con pared con colectivos y familias que, a falta de otra cosa mejor, instalan pucheros en la calle, organizan una fogata y esperan a que la comida esté lista. Durante la presentación de un acontecimiento histórico, la coincidencia en Valencia de los tres únicos ejemplares de la primera edición del Tirant lo Blanch, el Monasterio de San Miguel de los Reyes se vistió de gala, pero de puertas adentro. Al otro lado de los muros del edificio, en el parking provisional destinado a las visitas, un puchero hervía mientras media docena de menores y unos cuantos adultos se calentaban a la lumbre. La Biblioteca es una isla en mitad de huertas abandonadas, solares pendientes de urbanizar y casas semiderruidas.

El entorno de San Miguel de los Reyes está pendiente de urbanización desde hace décadas, y la división urbanística que preveía su puesta a punto está actualmente en revisión urbanística. Las condiciones impuestas en el PGOU de 1988 para optar al PAI de la zona eran tan poco atractivas que ningún constructor, en tiempos de bonanza, se animó a convertirse en el agente urbanizador de la zona. En plena crisis, la ausencia de candidatos es sangrante, de modo que la zona se ha convertido en una de los 13 unidades de ejecución de suelo urbano que se ha revisado por parte del Ayuntamiento de Valencia. El plan urbanístico para el entorno de San Miguel de los Reyes está, actualmente, en fase de alegaciones. Fuentes municipales estimaron que antes de mayo se habrán realizado todas las tramitaciones dependientes del Consistorio. A partir de ahí, será la Conselleria de Territorio la que deberá dar el visto bueno. Por tanto, aún arderá mucha leña pared con pared con la Biblioteca Valenciana.

Del día a la noche

La Ciudad de las Artes y las Ciencias (CAC) es un complejo imponente situado en un espacio complicado, en el límite del casco urbano, junto a zonas portuarias abandonadas (la ZAL) y próximo a una zona de huerta muy maltratada. Contrasta la rotunda arquitectura de la CAC y esa blancura impoluta que luce durante el día con los trapicheos que a su alrededor se organizan de noche.

Las aceras que en horas diurnas ocupan los turistas se llenan a partir de cierta hora de gente arrastrando carritos de supermercado llenos de chatarra. Las zonas próximas al Museo Príncipe Felipe donde por la mañana aparcan los autobuses con visitantes, por la noche son frecuentadas por jóvenes de Europa del Este. Y el Camino de las Moreras, por donde transitan los vehículos que entran en el Oceanográfico, es el lugar elegido por las mujeres subsaharianas para esperar clientes una vez se esconde el sol.

La inmensa mayoría de los 3,5 millones de visitantes que cada año recibe la CAC no ven a estas mujeres, que se instalan en las calles de la frecuentada zona a partir de las diez de la noche; sin embargo, aquellos aficionados a la ópera que dejen el coche lejos del Palau de les Arts, si aparcan más allá de la Ciudad de la Justicia y lo hacen junto al Bulevar Sur, enfrente del Ágora, junto al Oceanográfico o al Museo Príncipe Felipe, una vez finalicen los conciertos o las operísticas arias de Puccini se encontrarán de bruces con una estampa de prostitución poco edificante.

Modernidad y ruina

El primer museo de España que expuso el arte moderno y sentó los cánones de lo que debe ser un espacio museístico contemporáneo, el IVAM, esconde en su patio trasero un evidente ejemplo de antigua degradación urbanística. La vanguardia se exhibe delante y la ruina aparece detrás del Instituto Valenciano de Arte Moderno.

Los inmuebles misérrimos y habitualmente ocupados de manera ilegal manchan la calle Beneficencia, en el barrio del Carmen. Las espaldas del museo valenciano cargan con un largo historial de abandono. La Conselleria de Cultura ya ha derribado uno de los edificios en peor estado, pues tan malas eran sus condiciones que sufrió un incendio y el Ayuntamiento de Valencia lo declaró en ruina inminente. El resto de los derribos están pendientes de contratación, mientras que el estudio arqueológico de la zona debe actualizarse por si algún día se encuentra dinero para llevar a cabo la piel de acero proyectada por los arquitectos Sejima y Nishizawa. A la espera de que el sueño nipón se convierta algún día en realidad, tanto el IVAM como los vecinos de la zona deberán conformarse con aprovechar cívicamente los solares. LAS PROVINCIAS adelantó que la asociación Amics del Carme ha propuesto al museo emplear las depauperadas parcelas como jardines, áreas infantiles y de recreo hasta que se ejecuta la ampliación del museo en el actual marasmo de edificios abandonados que actúan como sedes de fiestas ilegales y para el cobijo de indigentes.

Zona verde y marrón

El Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM) dispone de un entorno problemático en tres de sus cuatro puntos cardinales, especialmente cuando llega la noche, pero también, en algunos casos, a plena luz del día. Al norte y al este linda con el barrio chino y sus difíciles circunstancias. Y al oeste convive con la que se convertirá en la mayor zona verde del centro histórico.

Será así algún día, pero aún queda mucho para la idílica estampa en los alrededores del MuVIM, ya que las obras del jardín del antiguo hospital están de nuevo paralizadas. La zona verde lleva décadas amarronada, pintada del color propio del barro y de la suciedad, de los vertidos descontrolados y de los restos de fiestas juveniles organizadas en unas zonas, y en otras, de los cartones que dejan los indigentes que aprovechan el abandono del jardín, que está a expensas de que la Conselleria de Infraestructuras termine de incorporar las últimas modificaciones pedidas por el Ayuntamiento de Valencia.

Al filo de lo marginal

Un muro gris de dos metros separa la mayor colección de arte pictórico clásico de la Comunitat y un callejón en el que abundan las casas tapiadas y que culmina en un solar lleno de matorrales y escombros. Tan deprimente es la cara trasera del San Pío V que fuentes del museo admiten que la zona se sitúa «al filo de lo marginal, y va a peor».

En teoría debería ser el Ayuntamiento de Valencia el que adecente la zona. Sin embargo, tras ceder suelo municipal para que el Gobierno central acometiese la cuarta fase de la reforma del museo, fuentes del Consistorio aseguran que el Ministerio de Cultura se comprometió a asumir la urbanización del entorno durante la quinta fase de las obras. Desgraciadamente, esa quinta fase está bloqueada, y las calles vecinas al San Pío V se han quedado en tierra de nadie. Pasarán años hasta de que se actúe en Vuelta del Ruiseñor, que se ha convertido en un callejón de casas tapiadas, abandonadas, moteada de cristales rotos y maleza, una calle que se ensancha al final, en una especie de plazoleta semiasfaltada donde se crían arbustos y se amontonan carritos de supermercado y palés abandonados. El arte y la cultura valenciana sufren una problemática vecindad.

Fuente: Las Provincias

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